Visitar la capital de la Costa del Sol es una experiencia memorable para los viajeros primerizos. Sin embargo, el déficit de aparcamientos, la masificación turística o las adversidades de un clima tórrido pueden ensombrecer la visita en caso de no planificarse adecuadamente. Se recomienda, en primer lugar, reservar parkings Malaga con unas semanas de antelación. De este modo, el turista evitará perder un tiempo valioso en busca de una plaza libre.
Por fortuna para los más olvidadizos, Málaga dispone de numerosas zonas de estacionamiento gratuito. En las calles Guillén y Carretería, por ejemplo, es posible encontrar plaza, pero dada su ubicación en el centro histórico, la demanda es elevada durante la temporada alta.
Estacionar en la periferia es una alternativa muy económica, que además permite conciliar el coche propio o de alquiler con la red de transporte público del municipio andaluz. De hecho, el metro, los autobuses EMT e interurbano y el tren de cercanías Renfe son una forma cómoda de moverse por Málaga.
La época del año debe elegirse de acuerdo con la experiencia turística deseada: para una vida social más animada, la temporada estival es la opción correcta, mientras que los viajeros más tranquilos y familiares acertarán al aprovechar las ofertas de otoño e invierno, cuando la demanda de reservas de hoteles y vuelos se desploma y, con ello, el precio.
Para maximizar el ahorro, el público turista podrá sacar partido a la tarjeta ‘Málaga Pass’, que mejora la asequibilidad de museos y edificios históricos como La Alcazaba, el Teatro Romano, el Centro Pompidou o el Museo Picasso.
Aunque los visitantes nacionales se adaptarán rápido a los horarios comerciales, los extranjeros pueden sentirse desorientados. En general, las tiendas y centros comerciales abren de lunes a sábado entre las diez de la mañana hasta las ocho y media de la tarde, con unas horas de descanso al mediodía. Los domingos se acostumbra a echar el cierre.